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Torta de pan en el funeral Las "Ofrendas" durante las celebraciones religiosas han sido una de las tradiciones más universales. Ya en los ritos paganos uno de los aspectos de estas "Ofrendas" consistía en entregar alimentos a las imágenes de los antepasados desaparecidos, Posteriormente -sin poder precisar fechas por falta de documentos- este ritual fue tomado por la Iglesia cristiana. En el año 1689, el Obispo de Calahorra Pedro de Lepe dicta en el Redes
"Constituciones Synodales antiguas y modernas del Obispado de Calahorra y la
Calzada" varias disposiciones sobre las "Ofrendas". Hasta mediados del siglo presente, la misa por el difunto venía a costarle a
la familia la cantidad de 2 a 6 pesetas, dinero que iba destinado a la
Parroquia como arancel por los servicios prestados. Durante la celebración
de la misma, en el momento del Ofertorio, una señora se acercaba hasta el
altar portando una cesta de mimbre en la que se llevaba una torta de pan. En
el altar se arrodillaba y el monaguillo abría la cesta para que el cura
bendijese la torta; éste, al terminar, le daba a besar su mano o la estola a
la señora, que después se llevaba la torta. El destino de la "Ofrenda" era
caer en manos del Sacristán como remuneración por sus labores altruistas.
La desaparición de la "Torta de pan en los funerales" se debió al morir la señora Julia Nicolás, que la había portado durante muchos años, aunque después continuó llevándola durante ese año la vecina del pueblo Marilina Ochagavía. Esta tradición que venía de ritos funerarios antiguos tenía un gran sentido religioso y se ofrecía como muestra de amor hacia el difunto, para purificar su alma, etc. ![]() |